En muchas ocasiones, cuando hablamos de la visibilidad de tal o cual accidente lunar, solemos encontrar la creencia casi generalizada de que si la Luna presenta su cara completamente iluminada, veremos en ella más detalles. Este razonamiento que parece perfectamente lógico, no suele funcionar con la Luna. La posibilidad de observación del relieve lunar se la debemos mayormente a las sombras que cráteres, montañas y grietas proyectan sobre el terreno próximo a dichos accidentes. Cuando el Sol aparece en el horizonte lunar, todos los objetos proyectan una sombra alargada, que va haciéndose cada vez más corta conforme gana altura el astro rey; en el momento en que sus rayos caen perpendicularmente sobre el terreno el relieve prácticamente desaparece. Entonces, en la Luna llena, el aspecto de nuestro satélite cambia casi por completo, Desvanecido el relieve, aparecen otras características superficiales dificilmente observables anteriormente. La superficie llana de los mares lunares se llena de zonas con distintas tonalidades, que nos dan información sobre su origen y composición; y lo que es más llamativo: los grandes cráteres de impacto muestran a su alrededor lo que llamamos radiaciones, zonas de color más claro que se extienden radialmente y que están formadas por los materiales arrancados y despedidos por el impacto que creó el cráter.
En estas dos fotografías tenemos el cráter Kepler en momentos distintos. En la superior, tomada en la fase creciente, podemos observar perfectamente el relieve, mientras que en la inferior, realizada en la fase de totalidad, vemos las radiaciones.